Heena Baek, Premio Astrid Lindgren Memorial en el año 2020, sigue cautivando con sus increíbles montajes fotográficos, en donde despliega grandes dosis de imaginación y talento a través de juegos de planos y capturas que subrayan las emociones de los variopintos, y a menudo fantásticos, personajes que pueblan sus historias. En esta ocasión, el personaje y narrador es un animal humanizado, el perro Canicas, quien comparte su amplia genealogía -demostrando que casi todos los canes del barrio son primos o hermanos-; y su relación con los componentes de la familia de acogida, si bien deja entrever la profunda soledad que siente durante largas horas del día, como consecuencia de las obligaciones de sus integrantes. El principal atractivo de esa exposición de la vida cotidiana reside, como decimos, en el proyecto gráfico que atrapa al lector desde la primera instantánea, una colección de composiciones con enfoques originales que subliman los momentos más intensos del argumento, como aquel en el que, tras un accidente fisiológico y el consecuente enfado de los humanos, se produce un hermoso reencuentro que simboliza la fidelidad y conexión que existe entre el perrito y el más pequeño de los integrantes del clan. Especialmente indicado para los amantes de las aventuras perrunas.
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Soy un perro
La gente me llama "¡Canicas!"
La perrita del supermercado del barrio, Cascabel, es mi madre.
Yo nací allí hace unos años y fui el cuarto de la camada.
Un día, cuando dejé la leche de mamá y empecé a comer por mi cuenta...