Más de quince novelas después, aquella joven que se alzó con el Premio Jordi Sierra i Fabra en 2012 con "Al otro lado de la pantalla" (también publicada en Alemania); es hoy una consolidada creadora que, además, ha continuado cosechando importantes reconocimientos por su fantástica narrativa. Con la presente historia, una novela corta, rinde un doble tributo, por un lado a las leyendas que le fascinaron cuando era más pequeña, por otro a una persona que alimentó muchos momentos de felicidad y a la que homenajea en una nota personal que sirve como epílogo. Y esa doble luz cobija la elegante prosa que Quintas emplea para recrear la relación entre Marco Polo y el representante del Imperio Mongol en Xanadú, cordialidad que puede romperse si incumple una de las reglas sagradas a la hora de entablar conversación con el soberano: está prohibido mentir. La escritora indaga en la personalidad del célebre explorador veneciano a partir de un hecho constatado: Kublai, el emperador, invitó al mercader a visitarle en el transcurso de su expedición (siglo XIII). La trama recrea aquella relación y cómo la necesidad de contar historias al anfitrión, durante cinco noches, pudo avivar su fecunda imaginación. ¿Fueron reales sus inovlidables relatos? ¿Estuvieron, tal vez, condicionados por las personas a las que conoció? Historia y fantasía se fusionan en una propuesta que no deja indiferente.
Más de quince novelas después, aquella joven que se alzó con el Premio Jordi Sierra i Fabra en 2012 con "Al otro lado de la pantalla" (también publicada en Alemania); es hoy una consolidada creadora que, además, ha continuado cosechando importantes reconocimientos por su fantástica narrativa. Con la presente historia, una novela corta, rinde un doble tributo, por un lado a las leyendas que le... Seguir leyendo
La voz de plata
Uno no sabía lo que realmente significaba la noche hasta que la pasaba en el desierto.
Marco había oído historias de viajeros que contaban cómo, atravesando el Sáhara, se habían vuelto locos. Quizá fuera por aquella belleza inabarcable del cielo estrellado sobre sus cabezas. Quizá fuera por cómo había cambiado el color de la arena una vez que la luz del sol los había abandonado;