¿Por qué ha cautivado a creadores contemporáneos tan heterogéneos como Jeff Smith, ("Bone); Scott Westerfeld, ("Leviathan"); Kazu Kibuishi ("Amulet"), o Bryan Konietzko (director de animación y cocreador de "Avatar"); la trilogía que aquí llega a su fin? En estos años hemos asistido a la evolución de los dos personajes principales, Rata y Kai, una pareja que ejemplifica el poder de la amistad para superar adversidades y puntos de vista antagónicos. Juntos han recorrido escenarios y vivido situaciones que han revitalizado y regenerado los arquetipos de la literatura fantástica, en una fusión perfecta de cultura oriental (la autora siempre ha reconocido que se inspiró en la China del siglo XIII para diseñar la trama); y acción trepidante refrendada con el prestigioso premio Eisner en anteriores entregas. Hicks despliega, una vez más, un cautivador worldbuilding en el que confluyen varias tramas que emanan de un mismo núcleo, el libro custodiado por los monjes del Corazón de Piedra en el que está condensado el conocimiento del fuego sagrado. Alta tensión argumental que desemboca en un final a la altura de la saga, un dechado de virtudes que no elude la crítica política y demuestra cómo objetivos comunes (eludir el conflicto bélico), permiten el entendimiento incluso entre jóvenes de facciones contrarias, como es el caso de los personajes principales. Esa antiviolencia, aunque puntualmente se recree algún combate cuerpo a cuerpo a lo largo de la saga, es la marca de agua de un proyecto diseñado mediante procedimientos digitales pero con proceso de entintando artesano, que gana en calidez y profundidad gracias al excelente trabajo en el color de Jordie Bellaire, colaboradora habitual de Marvel y DC. La ciudad sin nombre ya está en el olimpo del cómic preadolescente contemporáneo, puedes consultar aquí las reseñas del resto de episodios.
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LA CIUDAD SIN NOMBRE
Los líderes de nuestro pueblo han decidido.
Dijeron: nuestro imperio se está fragmentando. Nuestro pueblo está dividido y se han vuelto unos contra otros.
Debemos destruir todo conocimiento de nuestra mayor herramienta, nuestra mejor arma, no vaya a ser usada contra nosotros en la guerra.
Debemos destruir Napatha, nuestro fuego sagrado, al que he dedicado mi vida.