Sombra
Todavía era de noche cuando el padre de Nulo le sacudió:
-Despierta, Nulo. El mercado.
Con los ojos pegados de sueño, Nulo echó a un lado el pellejo de oveja que le servía de manta. El frío de la cabaña acabó de espabilarle. Tanteó a sus pies hasta encontrar sus ropas y se apresuró a ponérselas todas, una sobre otra.
-Deja para el final el poncho roto -le advirtió su padre.