Reencuentro con Vampirillo
La señora Lizzi se sorprendía cada vez más a menudo suspirando de pena por ella misma. Y entonces refunfuñaba:
-Lizzi, mira que eres una anciana idiota. ¡Ya sabes lo que odio la autocompasión! Esfuérzate, vete a pasear, haz algo, lo que sea, pero no estés así lamentándote.
Pero no servía de nada.
Ningún vampirillo en el cordón de las cortinas, ningún vampirillo que le tirase del pelo, ningún vampirillo que piase desde la cesta de la compra. Cuando cerraba los ojos veía a Vampirillo saludando desde su cesta hasta que el globo desaparecía...