Vampirillo no puede quedarse solo
La puerta grande del hospital se abrió de pronto.
El profesor Obermeier salió fuera. Llevaba del brazo a una señora mayor y redondita. Detrás de ellos venían doctores y médicos, enfermeras y cuidadores, señoras de la limpieza y mozos de carga. Todos se situaron formando un semicírculo alrededor del profesor y de la señora con el sombrero de paja.
-¿De veras que puedo ir a visitarla alguna vez? -preguntó el profesor.
-Por supuesto, con mucho gusto -le respondió la señora Lizzi-. Nos encantaría. Y además en mi casa se podrá tomar un buen café...