Belleza Negra
El primer lugar que acierto a recordar bien era una gran pradera agradable que tenía un estanque de agua clara sobre el cual se inclinaban unos árboles que daban buena sombra, y en cuyo fondo crecían juncos y nenúfares. Flanqueaba la pradera un campo sembrado, separado por un seto a un lado; y al otro, separada por una valla, se veía la casa de nuestro amo, que se erguía junto a la vera del camino. Unos abetos bordeaban la cima de la pradera, mientras que abajo corría un arroyo, al pie de un profundo talud. De pequeño me alimentaba de la leche de mi madre, pues no podía comer hierba. Durante el día correteaba junto a ella, y por la noche me tumbaba a su lado.