Cuentos
Un soldado marchaba por la carretera. ¡Un, dos! ¡Un, dos! Llevaba la mochila a la espalda y el sable al cinto, pues había ido a la guerra y ahora regresaba a casa. Encontró a una vieja bruja en el camino; su apariencia era repugnante, el labio inferior le colgaba hasta el pecho.
-¡Buenas tardes, soldado! ¡Qué bonito sable llevas y qué mochila tan grande!, ¡estás hecho un auténtico soldado! ¡Ahora podrás tener cuanto dinero desees! –le dijo.
–¡Muchas gracias, vieja bruja! –contestó el soldado.
(De «El yesquero»)