El caso del director del colegio desenmascarado
Estaba asomado a la ventana de mi apartamento de Nueva York observando desde lo alto el bullicio de la ciudad. Aún sentía el último caso en los huesos. Como de costumbre, había sido un trabajo muy duro. Los gángsteres lo habían intentado todo para detenerme. Pero lo que no había conseguido la policía con sus métodos de investigación, sus perros sabuesos y la más avanzada tecnología lo había logrado yo con mi inteligencia y valentía: había liberado a la bella hija de un multimillonario de las garras de sus secuestradores.