Una retrato dulce y sencillo sobre el dolor por la pérdida de un ser querido y las formas que toman los recuerdos. Jadiya, una pequeña de origen magrebí, viaja todos los veranos a su país de origen para encontrarse con su abuela. Ésta le descubre su cultura y costumbres a través de canciones y relatos, mostrándole también fragancias y perfumes. Las ilustraciones, ricas en azules y arenas, subrayan el universo poético de esta tierna historia.
Una retrato dulce y sencillo sobre el dolor por la pérdida de un ser querido y las formas que toman los recuerdos. Jadiya, una pequeña de origen magrebí, viaja todos los veranos a su país de origen para encontrarse con su abuela. Ésta le descubre su cultura y costumbres a través de canciones y relatos, mostrándole también fragancias y perfumes. Las ilustraciones, ricas en azules y arenas, subrayan el universo poético de esta tierna historia.
Mi miel, mi dulzura
Los padres de Jadiya habían nacido al otro lado del mar. Y todos los veranos, tomaban el barco en Málaga para ir a ver a su familia en el poblado, cerca de Chott el-Yerid. A Jadiya le encantaba volver a aquel país, que era un poco el suyo. Los caminos polvorientos abrasados por el sol, los higos chumbos, los dátiles comidos a puñados, los baños en el río Pero, por encima de todo, le encantaba encontrarse con su abuela Zhora.