Los chicos de al lado
Todavía no se ha levantado esta mañana del final del verano y, en la habitación donde Guzmán duerme con sus hermanos, la noche se rezaga en la ventana. Alguien ha empujado la puerta, expandiendo el olor del establo, y el bulto de un hombre se inclina sobre el chico.
–Apúrate –le susurra–, que la vaca va muy despacio.
Guzmán se incorpora con más rapidez que sus pensamientos, abriendo unos ojos marrones, grandes y encendidos. Aunque está a punto de cumplir trece años, por la estatura parece más pequeño, pero confía en que crecerá.