El hijo de las estatuas
Nadie alcanzaba a comprender qué sucedía, pero hacía mucho tiempo que las aves no anidaban por allí. Lo cierto es que el castillo de Tandil estaba envuelto en un sinfín de misterios que ni los más hábiles pensadores conseguían desvelar. Lo que más llamaba la atención y despertaba la curiosidad era su aspecto. Se trataba de una construcción sólida y resistente, pues sus muros eran de piedra, las rejas de sus ventanas de hierro y los portalones de gruesa madera; sin embargo, el castillo parecía una figura de cristal.