Monstruo, no me comas
Álex era un cerdito con mucho apetito. Le encantaba comer.
Una mañana salió a hurtadillas al huerto para recoger patatas: reunió unas diez.
De repente apareció su madre.
–¡Aquí estás! Te he buscado por todas partes –le dijo–. Ya he vuelto a sorprenderte picando entre comidas, cochinito. Y además te has ensuciado. Mírate, estás lleno de arena. Ve a lavarte ahora mismo.
Álex fue a bañarse al río. Pensó que su madre era demasiado estricta.
«Caramba, tanto escándalo por cuatro patatitas de nada».