Corredores de sombra

Ha llegado la hora, sí, no la aplazaré por más tiempo. Nunca pensé que acabaría cumpliendo el deseo de mi tío Carlos, nunca imaginé que sería capaz de romper la barrera invisible que me impedía poner por escrito lo que sucedió en el verano de 1995, un verano cada vez más alejado en el tiempo y en el recuerdo. Por aquel entonces yo todavía era muy joven, mientras que ahora veo cómo se acerca de manera obstinada la frontera de mis treinta años. Supongo que me hizo falta todo este tiempo para distanciarme, para que los hechos se solidificaran en mi memoria y perdiesen todo su potencial perturbador.