Ernesto
Caía la tarde y empezaba a refrescar.
De pronto, un potente rugido ensordeció la sabana.
El más temido, el más fuerte de los animales, el de los dientes como cuchillos y las garras capaces de rasgar el viento, se estaba despertando...
Era Ernesto, el rey de la sabana. Su tripa estaba vacía ¡y tenía un hambre feroz!
Con ganas de darse un buen banquete, Ernesto, el león, decidió salir de caza.
Se puso en guardia y, con mirada penetrante, observó los alrededores...
A ver, ¿qué tenemos por aquí para hincarle el diente...? –se dijo Ernesto.