El Bosque de los Desaparecidos

Una niña llamada Ilse se desvió una tarde de su camino. De haber sabido lo que iba a ocurrir, no se hubiese alejado ni un paso del sendero que recorría. Como todas las semanas, había subido al monte donde vivía un viejo ermitaño. Los padres de la niña ayudaban a aquel hombre enviándole algunos alimentos que no podía conseguir por sí mismo. A Ilse le gustaba llevarle cada semana una cesta llena de cosas de comer.