Comandante Hussi
Era domingo. Día de misa y fútbol. De carne en la comida y tolerancia para la hora de despertar. Día en que nada pasa y el sueño sabe a miel.
–Hussi... Es hora de levantarse –gritó Abdelei, el padre, al mismo tiempo que se colocaba las manos sobre los ojos para defenderse de la claridad.
Hussi ni siquiera pestañeó un despertar: continuó durmiendo como una piedra entre sus hermanos Tontonito y Tuasab, como si fuese el contenido de un sándwich: la falda de su madre, doña Geca, le tapaba los pies; los brazos de Doskas, el hijo más joven de la familia, entrelazados con los suyos.