Yo, el desconocido
A pesar de la multitud que nos comprimía, yo no me sentía nada seguro.
-Es imposible pasar por ningún lado, Olga. ¿Adónde me llevas ahora?
Lo preguntaba porque no era nada fácil avanzar unos metros por la calle Valencia y porque conocía mi mala suerte. Sí, podía parecer más que improbable, que, en medio de aquella aglomeración que no nos dejaba mover ni un pie y que chillaba agitando pancartas y banderas sin tregua, me fuera a encontrar con los de casa. Pero cosas más extrañas me han ocurrido, Y sé muy bien que si algo que no debe pasar puede pasar, a mi me pasará.