Los Grateful Fred
Superhéroe Melvin Beederman se encontraba en su casa del árbol descansando. Bueno, algo parecido. Al menos no estaba cazando tipos malos. Los hermanos McNasty habían ingresado en prisión una vez más, así que Melvin decidió que era hora de inventar el helado más sabroso del mundo. Después de todo, era una parte no escrita del Código del Superhéroe: comer golosinas cuando no se dedicaban a salvar el mundo.