Bolívar sólo ha visto la nieve desde el avión que le trajo a España al dejar atrás su país, Ecuador. Y cuando se le presenta la oportunidad de hacer un curso de esquí no lo duda; lo de menos es que no tenga el equipo adecuado. En la nieve espera olvidar por unos días el callejón asfixiante en el que se ha convertido su vida: la casa compartida con demasiados compatriotas y, sobre todo, la amenaza del hombre que se ha casado con su madre. Pero los compañeros del curso son como de otro mundo y a menudo ni siquiera entiende lo que dicen. Aunque tienen en común más de lo que parece, como todos acaban descubriendo.
Aislados en la montaña y obligados a compartir espacio y actividades, los conflictos que arrastran los protagonistas salen a la luz: las dificultades para integrarse del inmigrante, la delicada situación familiar que oculta el triunfador y las derrotas y los complejos del perdedor. Inevitablemente chocan, pero cuando sus historias se cruzan, a pesar de todo aquello que los separa, surge entre los tres una alianza amistosa que los hace más fuertes y les da confianza en el futuro. Un argumento que afronta la integración con esperanza.
Bolívar sólo ha visto la nieve desde el avión que le trajo a España al dejar atrás su país, Ecuador. Y cuando se le presenta la oportunidad de hacer un curso de esquí no lo duda; lo de menos es que no tenga el equipo adecuado. En la nieve espera olvidar por unos días el callejón asfixiante en el que se ha convertido su vida: la casa compartida con demasiados compatriotas y, sobre todo, la amenaza del hombre que se ha casado con su madre. Pero los compañeros del curso son como de otro mundo y a menudo ni siquiera... Seguir leyendo
Pollos, pepinos y pitufos
Marlene se quita los zapatos de tacón y entra a tientas en la habitación con ellos en la mano. Pisa el colchón puesto en el suelo y una pierna de Bolívar. Llega hasta la cama que comparte con Rosa y se arrebuja en ella, sin desvestirse siquiera.
Rosa se incorpora.
–Chis. Sigue durmiendo nomás –cuchichea Marlene–. Son las cinco y cuarto.
–Tengo que acompañar a mi muchacho –susurra Rosa.
–¿A estas horas?
–Es que hoy se va a la montaña ¿no te dije?
–A la montaña, qué chévere... –murmura Marlene. Y ya está dormida.