Una historia sencilla que logra atrapar el interés del niño lector y sembrar en él la intriga, gracias a un bien empleado recurso de identificación con los chicos protagonistas. Por su parte, las ilustraciones captan nuestra curiosidad al crear una dinámica en la que muestran y, al mismo tiempo, ocultan información al lector. El previsible rumbo que adquiere la narración, entre apagadas imágenes, cambia en el último momento revelando un final que además de sorprendernos imprime tonos cálidos y afectivos a la obra. Una historia sencilla que logra atrapar el interés del niño lector y sembrar en él la intriga, gracias a un bien empleado recurso de identificación con los chicos protagonistas. Por su parte, las ilustraciones captan nuestra curiosidad al crear una dinámica en la que muestran y, al mismo tiempo, ocultan información al lector. El previsible rumbo que adquiere la narración, entre apagadas imágenes, cambia en el último momento revelando un final que además de sorprendernos imprime tonos cálidos y afectivos a la obra.

El abrigo misterioso

Todas las mañanas, el Sr. Abejorro salía de su casa con un abrigo enorme. Alfo llevaba allí escondido, pero no lográbamos ver lo que era porque, en cuanto salía por la puerta, se iba a toda prisa calle abajo.
Por las tardes, cuando volvía a casa, el abrigo seguía tan abultado como por la mañana.
Los tres teníamos mucha curiosidad por saber lo que el señor Abejorro escondía debajo del abrigo.
Por eso, decidimos seguirlo sin que se diera cuenta.