Misterio en El Collado
La duda la asaltó mientras observaba cómo la sanguina luz del atardecer luchaba a brazo partido con la veladura de las nubes. El combate, tan silencioso, se le antojó predestinado al fracaso.
«En ocasiones hasta la belleza de un ocaso se carga de malaventura», meditó Lucía mecida en el aburrimiento.
Intentaba evitar el tropel de ideas que trajinaban por su cabeza. Quería escapar de lo que de verdad le estaba haciendo daño, de todo aquello que escarbaba en su ánimo sembrándole incertidumbre.