Tobi Lolness II. Los ojos de Elisha
Si la idiotez pesara, el mayor ya habría partido la rama. Estaba sentado en la corteza, con los pies colgando sobre el vacío, y lanzando flechas hacia una forma negra que gesticulaba justo debajo.
El mayor Krolo era idiota, infinitamente idiota, y aplicadísimo en su idiotez. En esa disciplina, más que un profesional, era un genio.
En el árbol había anochecido. Una noche envuelta en bruma y viento helado. De hecho, la oscuridad se había mantenido durante todo el día. Desde la jornada anterior, las cimas del árbol se encontraban sumergidas en un cielo negro de fin del mundo. La humedad hacía subir de las ramas un intenso olor a bollo de cereales.