Un día Emma se sintió hambrienta y se puso a buscar algo que picar en el cobertizo. Lo único que halló fueron galletas de perro, así que decidió comerse una, ¡total, qué iba a pasar! Mientras aún masticaba se encontró con su vecina, la señora Ruiz, quien le dijo que se iba a convertir en un perrito. Emma pasó el día notando cómo se iba transformando su cuerpo, ¡incluso ya ladraba! Cuento que reúne muchas cualidades que debe tener un relato para niños: personajes imaginativos, ingenuos, traviesos; y situaciones entre absurdas, utópicas y fantásticas. La inocencia con la que la pequeña protagonista acepta como indiscutible fe su «metamorfosis perruna» (¡no podía ser de otro modo!, se lo dice un adulto de referencia), hará estremecerse de gozo al lector que se verá aludido porque seguro que a él también «se la han dado con queso» en alguna ocasión. ¡Y qué deliciosos malentendidos provoca la ingenuidad cuando se tiene fantasía!
Un día Emma se sintió hambrienta y se puso a buscar algo que picar en el cobertizo. Lo único que halló fueron galletas de perro, así que decidió comerse una, ¡total, qué iba a pasar! Mientras aún masticaba se encontró con su vecina, la señora Ruiz, quien le dijo que se iba a convertir en un perrito. Emma pasó el día notando cómo se iba transformando su cuerpo, ¡incluso ya ladraba! Cuento que reúne muchas cualidades que debe tener un relato para niños: personajes... Seguir leyendo
Galleta para perros
Emma estaba hambrienta y en el cobertizo encontró galletas. Eran galletas para perros. Pero se comió una ella.
¡Era dulce y salada al mismo tiempo! Y estaba buena.
Allí encontró a la señora Ruiz, la vecina, cuando aún tenía en los labios alguna miga.
–¡Ay, caramba! –dijo–, ¡pero qué veo! Ahora harás «guau guau» y serás un perro.
–No se lo diga a mamá –le rogó Emma. Ojalá no hubiera comido esa galleta.
–No diré nada –dijo la señora Ruiz, y le hizo un guiño.