Concha Martínez Pasamar, además de una destacada ilustradora y escritora en el panorama actual de la literatura infantil y juvenil, también es profesora titular de universidad de Lengua española (Doctora en Lingüística Hispánica), y licenciada en Historia.
Desde hace algunos años desarrolla de manera paralela a su trabajo universitario diferentes proyectos de ilustración, y en ocasiones es autora de sus propios álbumes ilustrados, que han obtenido importantes reconocimientos. Destacan Tiempo de otoño (Bookolia, 2020), premiado recientemente por la Fundación Cuatrogatos; La cometa de los sueños / The Kite of Dreams (con texto de Pilar López y Paula Merlán, Cuento de Luz, 2019), Mención de honor, International Latino Book Awards 2020; 9 lunas. Poemas para esperarte (con texto de Mar Benegas, Litera Libros, 2019), seleccionado OEPLI; Cuando mamá llevaba trenzas (Bookolia, 2018), Premio Fundación Cuatrogatos 2019 y texto seleccionado OEPLI; o Arrecife y la fábrica de melodías (con texto de Patricia Sánchez, Bookolia, 2016), también un libro seleccionado por la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil y por la Comunidad de Madrid.
Otras obras publicadas con anterioridad son Marta está harta (con Rebecca Gil, en Meraki Tanttak, 2017); 13326 (con Luis Fernando Redondo, Bookolia, 2017); y Abuelo, qué rollo leer (con Cristina Pineda, EUNSA, 1997), además de otros trabajos en obras colectivas.
Ha participado en diversos seminarios, encuentros literarios o de ilustración con público de diferentes edades, y ha impartido distintas sesiones formativas en torno al vínculo entre la imagen y la palabra.
Aunque la mayor parte de su actividad como ilustradora se orienta al mundo del libro, ha colaborado también en prensa con El Asombrario & Co (2017-8), las revistas ¡La Leche! (nº 13, 2019) y Nuestro Tiempo (2020), así como en otras publicaciones periódicas.
Entre sus otros trabajos de ilustración, pueden destacarse su colaboración con el Museo Guggenheim de Bilbao (en la iniciativa "Otras miradas" sobre la exposición “Olafur Eliasson: en la vida real”); o las ilustraciones para la muestra "Voz y letra de mujer. Universos discursivos femeninos (siglos XVI-XIX)", un proyecto auspiciado por la Biblioteca de Navarra y la Biblioteca de La Rioja.
Es también miembro del grupo Variopintas, que realiza proyectos artísticos colaborativos, y ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas por todo el país.
📷 Concha Pasamar
Indispensables en la maleta de Concha Pasamar
Resulta realmente difícil esto de seleccionar solo cinco títulos entre tantos que me hicieron disfrutar y me conformaron desde la infancia como lectora, como profesional, y sin duda como persona. Además, me cuesta establecer en muchos casos una distinción entre “literaturas”, pues sucede que por cuestión generacional, las fronteras entre lo infantil, juvenil o adulto fueron para mí bastante difusas, y leí a los doce o trece años muchos clásicos de la literatura universal, algunos densos, apasionantes y profundos, mientras no dejaba de lado los tebeos. Y fue a partir de la maternidad, primero, y más tarde aún, al acercarme a la ilustración, cuando he leído muchísimas obras propiamente infantiles o juveniles, sin dejar de sumergirme en literatura claramente adulta. Y me resulta revelador pensar en ello: la literatura no tiene edad. En fin, elegir cinco me parece traicionar a tantísimos que me han venido a la mente… Pero la vida está llena de renuncias, así que voy con ello.
Cuentos de la infancia y del hogar, de los Hermanos Grimm
Traducción: Michael Ulrique
Barcelona: Círculo de Lectores, 1966 (edición escogida por la autora)
Mi primer indispensable -y aquí no he dudado- sería una buena versión de los Cuentos de la infancia y del hogar, de los hermanos Grimm. Aun habiendo disfrutado de otras compilaciones, como la de Perrault, esta ha sido fundamental en mi vida, y en sentido estricto, pues fue mi primer libro de cuentos, en una edición de 1966 de Círculo de Lectores -aunque tuve algo más tarde otra más amplia-. Estas versiones de los relatos populares de tradición oral tenían la trama, el pulso narrativo, las fórmulas -aún recuerdo muchas de ellas-, pero también el simbolismo y la función catártica propia de gran parte de la literatura. Conservo ambos libros, y varios de sus cuentos estuvieron también entre los favoritos de mis hijos.
Pippa Mediaslargas, de Astrid Lindgren
Traducción: Eulalia Boada
Barcelona: Juventud, 1975 (edición escogida por la autora)
Entre los siete y los diez años leí muchos libros en las varias colecciones de la editorial Juventud que contenía la pequeña biblioteca escolar, mezcladas con algunos que hoy se considerarían adultos pero que nunca se nos vetaron. El viernes por la tarde elegíamos el título que nos acompañaría durante el fin de semana, si es que la lectura nos duraba más allá de la mañana del sábado. Creo que, entre aquellas series (Los cinco, Guillermo el travieso, Misterio, Torres de Malory), los libros de Lindgren resisten mejor que otros el paso del tiempo, pues Pippi iba siempre mucho más allá que cualquiera de los demás protagonistas, y todo sigue pareciendo ahora igual de descabellado y divertido. ¿Cómo no gozar con esa niña que hacía lo que le daba la gana y cuando le daba la gana sin recurrir a ningún adulto? (Inter nos: no aguantaba a los Hollister, tan recataditos y siempre pegados sus papás…) Por cierto, Mediaslargas se convirtió en Pippi Calzaslargas por la censura...
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson
Traducción: Fernando Gutiérrez y Diego Navarro
Barcelona: Credsa, 1965 (edición escogida por la autora)
Las narraciones de Stevenson me proporcionaron momentos maravillosos de niña, pero si debo quedarme con un título, elijo sin dudarlo -sería el otro que no podría faltar- La isla del Tesoro, al que he vuelto en numerosas ocasiones, también para leérselo en voz alta a mis hijos. Va en esta selección de cinco títulos como representación de los muchos libros de aventuras que van a quedar fuera (Kipling, Verne, London, Twain, el Lazarillo, Salgari, Melville…), esos libros que proporcionaban el placer increíble del viaje –a otro escenario, a otro tiempo- y el peligro mientras una permanecía confortablemente arrebujada en la seguridad del sillón orejero o en la tibieza de las sábanas. Lo leí tempranamente -también los otros dos títulos- en esta edición del 1965 de Credsa, Bacelona.
Cuentos escritos a máquina de Gianni Rodari
Ilustraciones de Fuencisla del Amo
Traducción: Esther Benítez
Barcelona: Alfaguara, 1987 (edición escogida por la autora)
Tenía unos once años cuando mi madre apareció por casa con varios títulos de la colección de LIJ de Alfaguara. Entre ellos estaban estos cuentos divertidísimos que me descubrieron que el género del relato breve podía ser de otra manera, más pegada al mundo que me rodeaba y a la vez más loca. En sus páginas comprendí que determinadas combinaciones de realidad cotidiana podían dar lugar a historias fantásticas, hilarantes, sorprendentes. Otro clásico al que volver siempre.
Donde viven los monstruos de Maurice Sendak
Traducción: Agustín Gervás
Madrid: Altea, 1998 (edición escogida por la autora)
Y cierro con otro clásico, ahora del álbum ilustrado, porque representa de nuevo una lectura compartida con mis hijos, pero en este caso no es un libro que yo les descubriera, sino más bien a la inversa: lo descubrí leyéndolo por primera vez con ellos, o más bien lo descubrimos juntos. Fue una lectura muy recurrente: volvíamos muy a menudo al lugar donde viven los monstruos para disfrutar con Max, sin saber que años más tarde yo me interesaría por el libro álbum desde una perspectiva bien diferente, que me llevaría a redescubrir este libro justamente como un arquetipo del género.
Accede a través de este enlace a las anteriores entregas de la serie Indispensable en mi maleta, protagonizada por los más prestigiosos escritores e ilustradores del panorama actual de la LIJ y el cómic para niños y jóvenes
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