Soy, para empezar, nervioso, impaciente para todo y soñador. Vivo a toda máquina, metido en mil proyectos al mismo tiempo, porque estoy convencido de que hay que vivir con intensidad aunque, eso sí, paladeando cada momento. Necesito a la familia y a los amigos. Desde muy pequeño me ha apasionado contar historias, que pronto transformé en narraciones escritas. Y me encanta conocer gente, cuanto más distinta mejor, y ambientes diferentes al mío. No te conformes con el microcosmos que te ha tocado vivir, hay mucho ahí fuera.
Soy un viajero y lector voraz. Estudié Derecho y ejercí como abogado, una profesión apasionante que, sin embargo, abandoné para poder perseguir otros sueños, como escribir y la enseñanza; la educación es un reto diario que engancha.
Vivo con pasión mis dos grandes vocaciones: la escritura y el cine.

Siempre he leído mucho, por íntimo placer (mis padres tuvieron la habilidad de mostrarnos pronto el insospechado encanto de los libros) y porque era consciente de que para aprender a escribir no hay lección más valiosa que escuchar la voz impresa de otros narradores. Sigo aprendiendo con cada página que mis ojos recorren. Creo en la convivencia de la letra con la imagen. Crecí adicto a las películas (hay pocos sitios que me resulten tan mágicos como un cine en penumbra, inminente ya la proyección), y hoy día defiendo que no es necesario elegir: la lectura es compatible con la pasión por lo audiovisual, sólo hay que saber organizarse. Me encanta estar con mis amigos y con mi familia, la naturaleza, la noche, el teatro, el optimismo, lo diferente y lo convencional, lo misterioso, dormir, las antigüedades, conocer gente, las películas de terror, los cortometrajes y el humor negro. Y, sobre todo, creo que quien conserva ilusiones, quien no deja de albergar sueños, nunca será viejo.