El hombre de agua
Alguien había dejado el grifo abierto.
Pero el dueño de la casa nunca volvió;
quién sabe dónde había ido a parar.
Cuentan que quizá se hubiera marchado a las islas Fiyi,
o que tal vez saliera en busca de fortuna
hasta las minas de oro azul, allá por África.
Al final, sucedió que el agua, de tanto acumularse, rebosar
y desparramarse por todas partes, hizo nacer un hombre:
un hombre alto, azul, transparente y cristalino.
Un hombre de agua.