En esta cuarta entrega de la saga que dio fama mundial al francés Larcenet, Marco sigue atrapado en sus inquietantes dudas, a las que ahora suma el desconcierto que le ha producido la paternidad, un rol que asume con felicidad pero con la angustia que le provoca el consiguiente e inexorable paso del tiempo. Además, coincide con el inminente cierre de los astilleros en los que trabajó su padre y el enrarecido clima político. Pero toda la melancolía se difumina mediante la misma pasión que le sacó de los peores momentos: la fotografía. El autor sigue fiel a su estilo caricaturesco que resta dramatismo al excelente guión y proceso de coloreado. En esta cuarta entrega de la saga que dio fama mundial al francés Larcenet, Marco sigue atrapado en sus inquietantes dudas, a las que ahora suma el desconcierto que le ha producido la paternidad, un rol que asume con felicidad pero con la angustia que le provoca el consiguiente e inexorable paso del tiempo. Además, coincide con el inminente cierre de los astilleros en los que trabajó su padre y el enrarecido clima político. Pero toda la melancolía se difumina mediante la misma pasión que le sacó de los peores momentos: la fotografía. El autor sigue fiel a su estilo caricaturesco que resta... Seguir leyendo
Los combates cotidianos 4. Clavar clavos
-¡AAAh! ¡Mi pierna! ¡Me la he roto! -¡Aguanta, papá! ¡Ya voy! -¡Depriiisa! ¡Mi pierna! ¡Me la...! ¡Arh! -Te voy a curar, no pasa nada... ¡Aguanta un poco! -¡Arg! -Voy a buscar una inyección en mi bolsita. -Mejor llama a los helicópteros, que vengan a buscarme... -¡No! -Los helicópteros no pueden llegar por aquí porque no hay carreteras... Dices cada tontería