El rey de las marionetas
Enemigos invisibles. Un enorme rugido, como el aullido de una bestia gigante, me despertó de un susto y me hizo latir el corazón con fuerza en el pecho. Intenté abrir los ojos, pero estaban como pegados y no veía nada.
–¡Socorro! –grité–. ¿Qué pasa?
El monstruo rugió otra vez, parecía que estaba muy cerca y muy enfadado, y yo empecé a tener pánico.