El palacio de papel
Los ratones le llamaban el Palacio de Papel, pero sólo era un cuartucho sucio y destartalado.
El resto del caserón no ofrecía mejor aspecto: grandes habitaciones deshabitadas, donde el polvo lo cubría todo. Algunas tejas rotas dejaban paso a la lluvia y por eso la cal de los techos se había puesto negra en algunos rincones, verde o azulada en otros. En invierno, frías corrientes de aire entraban a través de pequeñas rendijas abiertas en las paredes. A veces, la madera de algún mueble gemía, para callarse un instante después.