La fachada del colegio aparece llena de pintadas y Charly convence a sus tres amigos para que le ayuden a investigar y a descubrir al culpable. Pero la pandilla tiene por ahora una nueva responsabilidad: además de cuidar de Precioso, el perro vagabundo al que han adoptado, deben ocuparse durante unos días de Coco, el cachorro de la profesora de música. A ninguno de ellos se le pasa por la cabeza que será el atolondrado Coco quien haga un descubrimiento de auténtico detective. Nuevo caso (el número 14) para estos simpáticos amigos, a los que se ha sumado un perro con pasado callejero. El rasgo que proporciona originalidad –además de frescura y gracia– al subgénero de pandilla investigadora en el que se inscribe la obra, corre a cargo del perro, narrador de la historia desde su peculiar punto de vista, a menudo perplejo y crítico ante los comportamientos de los humanos. Abundantes diálogos bien integrados imprimen un ritmo ágil a este entretenido argumento.
La fachada del colegio aparece llena de pintadas y Charly convence a sus tres amigos para que le ayuden a investigar y a descubrir al culpable. Pero la pandilla tiene por ahora una nueva responsabilidad: además de cuidar de Precioso, el perro vagabundo al que han adoptado, deben ocuparse durante unos días de Coco, el cachorro de la profesora de música. A ninguno de ellos se le pasa por la cabeza que será el atolondrado Coco quien haga un descubrimiento de auténtico detective. Nuevo caso (el número 14) para estos simpáticos amigos, a los... Seguir leyendo
El caso del grafiti en la fachada del colegio
Tal vez fue un presentimiento, o tal vez fue la luna llena, pero aquella noche no pude conciliar el sueño. En realidad eso no era muy grave, porque, al fin y al cabo, podía echar una o dos cabezaditas durante el día. Lo que sí en cambio me obligó a salir de mi acogedora caseta fue, simple y llanamente, el hambre. Ése es mi sino: o duermo o tengo hambre. Si interpretaba bien la posición de la luna, mis cuidadores aún tardarían mucho en aparecer con mi desayuno.