Aunque Daniel y Miranda se han separado, sus tres hijos siguen siendo espectadores pasivos de las discusiones. Miranda, una ejecutiva de éxito, siempre encuentra el modo de restar el tiempo que Daniel debe pasar con sus hijos. Este tiene la casa como una pocilga y a duras penas gana lo suficiente para pagar la pensión a su ex. Ambos pasan la mayor parte del tiempo criticando al otro delante de sus hijos. A Daniel se le ocurre una forma histriónica de pasar más tiempo con ellos y todo explota. Esta novela retrata y critica de forma divertidísima los problemas de los niños que son víctimas de una complicada situación familiar.
Aunque Daniel y Miranda se han separado, sus tres hijos siguen siendo espectadores pasivos de las discusiones. Miranda, una ejecutiva de éxito, siempre encuentra el modo de restar el tiempo que Daniel debe pasar con sus hijos. Este tiene la casa como una pocilga y a duras penas gana lo suficiente para pagar la pensión a su ex. Ambos pasan la mayor parte del tiempo criticando al otro delante de sus hijos. A Daniel se le ocurre una forma histriónica de pasar más tiempo con ellos y todo explota. Esta novela retrata y critica de forma... Seguir leyendo
La señora Doubtfire
Mientras subían el tramo de escaleras, los niños se peleaban para no ser ninguno de ellos quien le entregara el sobre. Cerca del descansillo, Lydia se aprovechó de su mayor altura para tirarle del jersey a Cristopher. Este sacó el sobre y trató de endilgárselo a Natalie, colocándoselo en la mano.
–Toma, Natty –le dijo–. Dáselo a papá.
Natalie sacudió la cabeza con tal violencia que el pelo le azotó las mejillas. Luego se llevó las manos a la espalda y las entrelazó. Christopher, entonces, cogió el sobre y se lo metió en el peto de su traje, detrás de los patitos de fieltro. Los ojos de Natalie se humedecieron de lágrimas.