Tres veces la mujer de gris
Hacía ya un rato que los tonos naranjas del atardecer se habían extinguido, dejando el aire del parque frío y azul. El viejo detective don Roberto se subió el cuello de su abrigo de pana.Desde que se había jubilado y su esposa había muerto, contemplar el mundo sentado en un banco del parque era su pasatiempo favorito.Y no porque le gustara la charla de otros jubilados, ni porque quisiera reposar relajado bajo el sol. Digamos que la suya, aunque no lo pareciera a simple vista, era una inmensa actividad contemplativa.