La ventana infinita
A la casa de la esquina se ha mudado un niño triste. Todos los días se queda quieto frente a la gran ventana de su cuarto a vernos jugar, pero nunca sale. Lo he saludado un par de veces, y no me devuelve el saludo. Se queda mirando sin mirar, hacia delante, como si estuviera buscando algo que se le hubiera perdido muy lejos. Al principio pensé que era ciego, pero cuando el sol da contra su ventana el niño corre las cortinas, entreabre la persiana y sigue mirando hacia la calle.