El diario amarillo de Carlota
–¿Puedo pasar?
Miro al cataplasma de mi hermano que, como siempre, pregunta si puede entrar cuando ya lo ha hecho.
–Ya estás dentro, pimpollo.
Marcos se ha quedado al lado de la puerta, como un pasmarote.
–¿Piensas decirme qué quieres o te vas a quedar ahí plantado sin hablar?
Mi hermano me observa con intensidad, como si fuera un entomólogo que estudiara un insecto extraño.
–Es que parece que he venido en un mal momento –dice, finalmente.
–¿En mal momento? ¿Mal momento para qué?
–Para hablar.
Su voz suena tan compungida que pienso que le debe de pasar algo. ¿Quizá cree que no tiene sex appeal? Eso ya le pasó hace un tiempo, y montó el club de los desesperados...