Cinco aventuras de Sherlock Holmes
Al visitar a mi amigo Sherlock Holmes un día de otoño del año pasado, lo encontré enzarzado en animada conversación con un caballero de edad provecta, rechoncho, de faz rubicunda y cabellos de un color rojo intenso. Excusándome por mi intrusión, me disponía a retirarme, pero Holmes me empujó bruscamente hacia dentro y cerró la puerta detrás de mí.
–No podía haber venido en mejor momento, mi querido Watson –me dijo cordialmente.
–Temía que estuviera trabajando.
–Así es. Y mucho, por cierto.
–Entonces puedo esperar en la habitación de al lado.
–Nada de eso. Este caballero, señor Wilson –dijo a su interlocutor– ha sido mi compañero y ayudante en muchos de mis casos.