Parece imposible viviendo en el lugar donde vive, pues según parece hace más de cien años que no ocurre en su ciudad. Aún así, Stink lo tiene muy claro, lo único que quiere por Navidad es que nieve. Su hermana Judy está aburrida de oírle dar la tabarra con algo que es imposible, por eso en Nochebuena le da tanta pena que se dedica a recortar copos de papel y pegarlos por todo el salón, para ahorrarle el disgusto.
Frente al consumismo que arrastra a los niños y niñas en Navidad, el protagonista de este relato solo tiene un antojo: jugar con la nieve. Su nuevo cartero, un viejecito con una larga barba blanca, parece ayudarle desde la sombra. Un alegato de las diversiones y estímulos reales que nos regala el planeta, sin necesidad de gastar dinero para disfrutarlo.
Parece imposible viviendo en el lugar donde vive, pues según parece hace más de cien años que no ocurre en su ciudad. Aún así, Stink lo tiene muy claro, lo único que quiere por Navidad es que nieve. Su hermana Judy está aburrida de oírle dar la tabarra con algo que es imposible, por eso en Nochebuena le da tanta pena que se dedica a recortar copos de papel y pegarlos por todo el salón, para ahorrarle el disgusto.
Frente al consumismo que arrastra a los niños y niñas en Navidad, el protagonista de este... Seguir leyendo
Felices Fiestas
Stink permanecía pegado a la tele para enterarse del tiempo que iba a hacer en los próximos días, cuando fuera, en el porche, sonó el timbre: “Ding Dong”. Stink saltó del sofá para ver quién era.-¡El cartero! –gritó alegremente-.- Stink, espero que no hayas vuelto a escribir cartas para que te manden cosas gratis –le gritó Judy-. Papá y mamá se enfadarían mucho.- Nopi –dijo Stink. Abrió la puerta y salió corriendo para alcanzar la furgoneta del cartero antes de que desapareciera de su vista.