Una tierna, tierna, tierna historia bajo la nieve
Era una gélida y ventosa mañana de diciembre. Me puse el chubasquero y me envolví alrededor del morro la bufanda de lana amarilla que me había regalado mi sobrinito. Salí de mi casa y me dirigí a pie hacia el centro. Oh, ¡empezaba a nevar! El aire juguetón agitaba los copos de nieve, que se me posaban en los bigotes, ligeros como mariposas. Sonreí: la nieve me pone de buen humor. Eché un vistazo distraído a los escaparates de las tiendas, iluminadas con adornos navideños. ¡Cuántas luces! ¡Qué ambiente de fiesta!