La sonrisa perdida de Paolo Malatesta
Carolina había llegado a Zúrich muy temprano aquella mañana. Iba a pasar el verano en casa de sus tíos. Sus padres se habían separado unos meses antes y estaban resolviendo ciertos papeleos de los que la querían alejar. Pretendían evitarle más sufrimientos de los estrictamente necesarios. Por eso habían decidido enviarla a la ciudad suiza. Allí vivía la hermana de su madre con su familia. El abuelo de Carolina había emigrado desde España en el año 1962, en Suiza se había casado y allí habían nacido sus dos hijas, Patricia y María. Patricia seguía viviendo en la ciudad donde nació.