Stefano se marcha como tenía pensado y como hacía tiempo le había dicho a su madre que haría. Pero llegado el momento el desgarro y la tristeza son inevitables. Se embarca rumbo a América, porque de allí llegan noticias de prosperidad y de paz. Italia, su país, está atravesando la posguerra, y la hambruna y la pobreza azotan la realidad de los ciudadanos. Esta es una novela que narra cómo tantas y tantas personas tuvieron que emigrar a América en busca de trabajo y un futuro mejor. La travesía del viaje en barco por el océano, la llegada a Argentina y el comienzo de una nueva vida desde cero son los ingredientes de esta historia. Una novela que la autora argentina dedica a su padre por estar inspirada, en parte, en la vida de él. Habla del hambre, del desarraigo, de la búsqueda de una vida mejor, de esperanza, de lucha. Magnífico libro que hará reflexionar sobre el fenómeno de la inmigración en una época y en los momentos actuales. Un libro muy actual y muy adecuado para establecer un debate en el aula con el que concienciar de la situación y de las vivencias de las personas que se ven obligadas a emigrar.
Stefano se marcha como tenía pensado y como hacía tiempo le había dicho a su madre que haría. Pero llegado el momento el desgarro y la tristeza son inevitables. Se embarca rumbo a América, porque de allí llegan noticias de prosperidad y de paz. Italia, su país, está atravesando la posguerra, y la hambruna y la pobreza azotan la realidad de los ciudadanos. Esta es una novela que narra cómo tantas y tantas personas tuvieron que emigrar a América en busca de trabajo y un futuro mejor. La... Seguir leyendo
Stefano
Ella preguntó: ¿Regresarás? Y él contestó: En diez años. Después, lo vio marcharse y no hizo un solo gesto. Distinguió, por sobre la distancia que los separaba, los tiradores derrumbados, el pelo de niño ingobernable, la compostura todavía de un pequeño. Sabía que correría riesgos, pero no dijo una palabra, la mirada detenida allá en la curva que le tragaba al hijo. A poco de doblar, cuando supo que había quedado fuera de la mirada de su madre, Stefano se secó los ojos con la manga del saco. Después fue hasta la casa de Bruno y lo llamó. El amigo salió y su abuela se quedó en la puerta, mirando cómo se iban.