Wadi, un rico comerciante, tenía un jardín en el que lo más valioso eran los perales nacidos de semillas del Edén. Se decía que sus frutos podían rejuvenecer a quien los comía. Pero nunca los había llegado a probar porque alguien se los robaba. Sus hijos se propusieron atrapar al ladrón. Pero solo el más joven, Ralik, dio con el culpable, una paloma que se convirtió en una hermosa muchacha y resultó ser la verdadera dueña de los árboles. Antes de irse, ella le dio un anillo, y Ralik ya sólo pudo pensar en encontrarla. Con el ritmo de las narraciones orientales y el atractivo de sus escenarios se desenvuelve este argumento que aglutina los motivos de las cuentos tradicionales. El jardín paradisíaco se ve perturbado y el joven héroe es quien repara el daño venciendo a las fuerzas malignas encarnadas en un hechicero. Se suceden las transformaciones, los fantásticos parajes, los encantamientos, las pruebas que han de sufrir los protagonistas y, finalmente, la fuerza del amor supera todos los obstáculos.
Wadi, un rico comerciante, tenía un jardín en el que lo más valioso eran los perales nacidos de semillas del Edén. Se decía que sus frutos podían rejuvenecer a quien los comía. Pero nunca los había llegado a probar porque alguien se los robaba. Sus hijos se propusieron atrapar al ladrón. Pero solo el más joven, Ralik, dio con el culpable, una paloma que se convirtió en una hermosa muchacha y resultó ser la verdadera dueña de los árboles. Antes de irse, ella le dio un anillo, y Ralik ya... Seguir leyendo
El anillo fulgurante
Había una vez un anciano inmensamente rico. Se llamaba Waldi. Era grueso y moreno. En su rostro redondo y mofletudo, de carnes ya flácidas, asomaban aún unos ojillos de una notable viveza, y cuando andaba airado, los huracanes de su nariz agitaban su poblado bigote blanquecino.