Al ritmo de la naturaleza

Para entender la natualeza hace falta imaginación, no sólo conocimientos, paciencia y trabajo. Imaginación para librarse, de vez en cuando, de la imagen que nos hemos ido formando de ella, día tras día y de modo irreflexivo en contacto con nuestro entorno inmediato. Por poner un ejemplo, propongamos un ejercicio que cualquiera puede adaptar a su entorno preferido. Imaginemos que nos hallamos en el mar. Quizá la mayoría de lectores pensarán en una costa, quizá una playa o un paisaje con acantilados, con el horizonte al fondo, probablemente con una barquita o unos niños jugando entre unas olas amables rompiendo suavemente en la arena.