El crimen de la Tangente
Tenía que haber sido el fin de semana largo más divertido y fue el más espantoso.
El más divertido porque por primera vez un grupo de colegas, chicos y chicas, salíamos de excursión con total libertad. Bueno, sólo con la compañía de un monitor joven, Gervasio, que era como un amigo. Una carabina soportable, excepto cuando le salía el estudiante de Filosofía que era y nos soltaba alguna cita de Aristóteles o de Platón y teníamos que pararle los pies.
Se trataba de inaugurar la reconstrucción de un refugio de montaña que había realizado el padre de uno de los componentes del grupo, Eladio Fontán. Una vieja casona, cobijo de pastores, reconvertida en moderno chalet.