Dos caballos
Se alzó la cortina y entraron dos chiquillos: Manuel y Víctor. Permanecieron quietos en el umbral de la barraca mientras, tras ellos, la cortina se cerraba de nuevo. No decían nada; ya sabían lo que les esperaba. Lo habían vivido muchísimas noches. Víctor se agarraba fuertemente a la cazadora andrajosa de su hermano y temblaba. Manuel, inmóvil, y helado, estaba a punto para recibir la tormenta de gritos y golpes.
El hombre se levantó de la cama tambaleándose, y la vieja manta resbaló hasta el suelo. En la mano tenía la segunda botella de coñac, vacía. Miró a las criaturas con ojos de locura, alzó el brazo y golpeó fuertemente la botella contra el somier.