Cecilia fue al bosque
Todo comenzó en el patio de un instituto, con un matón y un chico que no sabía defenderse. El matón de llamaba Gabriel. Tenía esa clase de mirada fija que recuerda a un toro o una vaca, la mirada de quien nunca retrocede ni cambia de idea ni reflexiona. Era una de esas personas agresivas sin motivo, por pura estupidez. El chico que no sabía defenderse era yo. Entonces, con doce años, estaba muy delgado, era de piel pálida y cualquiera podía darse cuenta de que era fácil abusar de mí.