El laberinto de huesos
Cinco minutos antes de morir, Grace Cahill cambió su testamento.
Su abogado le llevó la última versión, el secreto mejor guardado durante siete años. Sin embargo, William McIntyre no tenía la certeza de que ella estuviera tan loca como para firmarlo.
–Señora –preguntó–. ¿Está segura?
Grace observaba por la ventana los prados de su finca iluminados por el sol, y su gato, Saladin, estaba acurrucado a su lado, como llevaba haciendo desde que ella enfermara, pero su presencia no era suficiente para consolarla ese día. Estaba a punto de poner en marcha una serie de acontecimientos que podrían causar el fin de la civilización.