En el pueblo de Matamala, debido a la avaricia de un granjero, unos inocentes pollos se convierten en zombis: pasean de noche y duermen durante el día en sus tumbitas. Este es el punto de partida de esta irreverente historia sobre la banalización de la muerte, a la que el autor trata de quitarle importancia a base de humor y surrealismo. El texto viene acompañado por unas expresivas y oscuras ilustraciones, acorde con el funesto tema, que esconden guiños iparatextuales al lector.En el pueblo de Matamala, debido a la avaricia de un granjero, unos inocentes pollos se convierten en zombis: pasean de noche y duermen durante el día en sus tumbitas. Este es el punto de partida de esta irreverente historia sobre la banalización de la muerte, a la que el autor trata de quitarle importancia a base de humor y surrealismo. El texto viene acompañado por unas expresivas y oscuras ilustraciones, acorde con el funesto tema, que esconden guiños iparatextuales al lector.
Como pollo sin cabeza
Siempre se dijo que, si en la noche de difuntos hay luna llena, el primer rayo de su luz, allá donde caiga, devolverá la vida a los muertos. Despertarán en la oscuridad de la noche y dormirán con la claridad del día. Una vez pasó, y lo primero que iluminó la luna fue el maizal del señor Evaristo.