Raidho. Un viaje con los vikingos
El mundo entero desapareció. Poco a poco, Víctor empezó a abrir los ojos. Como ya le ocurriera en su primer viaje, sentía una gran pesadez dentro de su cabeza, como si tuviera una piedra en vez de cerebro. Uno tras otro, fue recuperando los sentidos. Primero la vista. Se miró. Veía un poco borroso, pero aun así pudo comprobar que todavía tenía el aspecto de un egipcio de la cabeza a los pies, con su elegante túnica de lino y sus sandalias de cuero.