Secuoya
Ya lo vaticinó Seymur. Se lo advirtió. Le dijo: «Lograrás salir. Te conozco. Si algo te sobra es terquedad. Pero después será el delirio».
Y ella le preguntó: «¿Vas a retenerme?».
Y él le contestó con una sonrisa un tanto fatigada: «No pienso ni intentarlo».
La luz se revelaba igual de cortante que las rocas. Maarian oteaba el desierto de piedra, ardiendo como la lava bajo el cielo amoratado, mientras el sol se hundía poco a poco en el horizonte.
A medida que anochecía, el aire se tornaba cada vez más fresco. Maarian se refugió bajo una roca oculta tras un gran arbusto espinoso. ¿A qué venía ese frío glacial? ¡Si hasta unas horas atrás había hecho un calor sofocante!