El abuelo es una figura de apego y custodio de una gran sabiduría. En esta historia entrañable y emotiva, el nieto recuerda con nostalgia y de forma onírica los momentos que pasó con su abuelo y lo que aprendió con él sobre la naturaleza. Un homenaje a los abuelos y a la permanencia en la memoria de los seres queridos aunque desaparezcan de nuestras vidas. Los dibujos, con trazos y colores suaves, en tonos predominantemente marrones y amarillos, armonizan con la sensibilidad de la obra y dan un aspecto antiguo a este ejercicio de memoria.
El abuelo es una figura de apego y custodio de una gran sabiduría. En esta historia entrañable y emotiva, el nieto recuerda con nostalgia y de forma onírica los momentos que pasó con su abuelo y lo que aprendió con él sobre la naturaleza. Un homenaje a los abuelos y a la permanencia en la memoria de los seres queridos aunque desaparezcan de nuestras vidas. Los dibujos, con trazos y colores suaves, en tonos predominantemente marrones y amarillos, armonizan con la sensibilidad de la obra y dan un aspecto antiguo a este ejercicio de memoria.
Mi abuelo Carmelo
Mi abuelo Carmelo tenía un jardín.
Cuando yo era pequeño, pasaba allí las tardes, plácidamente.
Al caer el sol, mi abuelo solía contarme historias de tierras lejanas.
Allí donde viajaban las golondrinas al terminar el verano.
—Las golondrinas viajan tanto que han aprendido el lenguaje de las nubes —decía el abuelo.
Por eso, algunas tardes, cuando volaban a ras del suelo, nos quedábamos juntos en el porche, mirándolas.
Esas tardes no hacía falta regar.